martes, 28 de mayo de 2013

HACIA UN MUNDO DE SOMBRAS SUBTERRÁNEAS


HACIA UN MUNDO DE SOMBRAS SUBTERRÁNEAS
No intentes consolarme de la muerte, esclarecido Odiseo: preferiría ser el más pobre y sucio de los rudos campesinos que se revuelcan en los estercoleros sobre la tierra, que ser el rey de este mundo de sombras subterráneas.
                                                                              La Odisea - Canto XI

Toses, estornudos, lágrimas, baba. Caricias, golpes de látigo. Un camarero indolente en el aseo. Orines, sangre, pus, semen, secreciones varias. Ravioles de seso. Un perro que caga en el arenero. Picaportes, pasamanos, asientos, ascensores. Vasos mal lavados. Una ficha de casino. Una pérfida sanguijuela. Billetes, billetes, billetes. Un bolígrafo chupado en la punta. Un chicle tirado en la vereda. Frutas regadas con aguas servidas. Un lector en la biblioteca pública que se moja los dedos en saliva para pasar las páginas de un libro. La respiración enfebrecida de los amantes. Una pileta pública. Una almohada de hotel. El espanto del vestuario en el club. Un sushi con dudosa cadena de frío. La arena del mar. Las aglomeraciones en el andén de un tren que no llega. La pestilente industria de los gusanos en un ataúd. El pasaporte en un aeropuerto que pasa de mano en mano. La purulenta concavidad de un mingitorio. Un astilla bajo la uña. Una hamaca en el parque. Una mayonesa vencida. La butaca del cine. Los peces en los ríos y mares. Un escuadrón de mosquitos famélicos. Una visita inocente al dentista. La tribuna norte en el clásico del domingo. Dar de comer a la jirafa en el zoo y que te lama la mano. Saludar con un abrazo al pariente recién llegado del extranjero. El diario en la puerta. Las mancuernas en el gimnasio. Una lata de gaseosa sobre la que durmió una rata. El hacinamiento del subterráneo. El arrebato demente del sexo sin protección. Una gallina dubitativa. La compañera de trabajo con invisibles eccemas que le horadaban el torso y las piernas. Un escape radioactivo. Un aerolito caído desde el espacio exterior. La hamburguesa mal cocida en el local de comidas rápidas. Un barbero de navajas desafiladas. La pesadilla zombi. El horror de que en todas partes, en los lugares más insospechados, feroces virus y bacterias labran su orfebrería homicida. Porque ninguna de estas cosas me va a pasar a mí. Pero si al desleal vecino. Y así me las voy a pegar yo. Miedo de estar enfermando y no saberlo. Palpitaciones. Fragilidad. Indómita ansiedad. Angustia. Sudor frío. Apenas si puedo hablar. Miedo. Horror.
© Pablo Martínez Burkett, 2013

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