domingo, 4 de enero de 2015

COLECCION DE INCONSISTENCIAS: El trazo del azar



Me gusta cocinar. Cocino mucho. Algo (bastante) fui a aprender y todo el resto lo aprendí estropeando. Porque estropeando se aprende.

Aunque a  veces, a las cosas, se les da por estropearse más allá de cualquier aprendizaje. Ayer sin ir más lejos. De eso quería hablarles inaugurando este forma de comunicarnos.

Quizás uno de los electrodomésticos que más haya amortizado sea mi máquina de pan. La uso para amasar. Hago pan varias veces por semana. Para estas fiestas, hice pan dulce, una confitura típica que es herencia de nuestros ancestros italianos. Terminé de hacer el pan dulce que ilustra estos renglones y la Legítima quiso convidar a las visitas con pizza casera. Se dispuso a amasar los bollos con mi máquina que, obstinadamente, resistió cualquier programación. No arrancó. Y eso que hasta que la dejé de usar, andaba perfectamente.

Sustituida en sus funciones por otro aparatejo (en mi casa, si es para cocinar, tengo un bazar, anexo ménage, anexo gastronomía) y con los bollos estirados sobre las pizzeras, era hora de cocinar. El horno (que es eléctrico) donde acababa de cocinar mi pan dulce también decidió plegarse a la rebeldía de los seres inanimados. Habrá saltado la térmica? No, todo parece en su lugar.

Bueno, no hay problemas, usemos el horno pizzero de la galería (sí, tengo uno, profesional) que es a gas. Lo prendimos. Qué bien! Marche una grande napolitana! Ah, no... se apagó... la garrafa no tiene gas. Che, las pizzas al microondas, cómo salen?

Mientras tanto los chicos entretenían la obligada espera jugando a la Play. Podemos jugar este juego? Sí, claro. Lo vas a estrenar, me lo compré y nunca lo usé. La gente menuda aguardó con expectante paciencia que carguen los drivers y qué lindo que empieza... Uy, el juego se ve pero no se escucha. Reiniciamos. No, tampoco. Probamos con otro juego. Nones. Revisamos los cables que parecen estar bien. Probamos otro juego. Este anda, se ve y se escucha perfecto. Pero qué carajos le pasa ahora, también, a esta máquina? 

Y entonces surge la pregunta: Se han confabulado?

Como en la vida, nos gusta ver el dibujo de una intencionalidad en la sucesión de azares. Unos lo llaman destino, otros voluntad divina, otros karma (no menciono las conjunciones de astros propicios porque siempre me hicieron mucha gracia).

Si hay intención somos distinguibles, si somos distinguibles somos de alguna manera preferidos, elegidos, si somos elegidos, aunque sea para un carnaval de desperfectos, estamos en el horizonte de sucesos de ese trazo invisible pero sensible que es la voluntad del Universo. Ergo, somos importantes. Y aún puteando en un dialecto del arameo cuya posesión desconocíamos nos sentimos de alguna manera a salvo. 

Nuestro narcisismo irresuelto fuerza destino donde hay mero azar. En el trazo del azar creemos ver alineación planetaria y rápidamente buscamos sacar un aprendizaje. 

Quizás sea mejor así. De otra manera, sería admitir que somos nada, que no hay nadie. Y que estamos solos.


Muy buenos días a todos, mariposas y difuntos.



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