viernes, 17 de abril de 2015

LA TENTACIÓN DE LOS SANTOS VIGILANTES


LA TENTACIÓN DE LOS SANTOS VIGILANTES
En cuanto a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, el Señor los ha encadenado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”.
Epístola de Judas 1:6



Si esto no fuera la NASA diría que es un embuste. Si no me hubieran convencido tan amablemente a punta de pistola señalaría que es una locura. Si no estuviera frente a mí, sería una pesadilla. Pero el horror de todos me persuadió. Por eso debo revelar el secreto aunque me cueste la vida. Confío en que alguien encuentre estas notas. Soy un científico y creía en aquello que se puede reproducir, refutar y comprobar pero el hallazgo es abrumador. En el desierto de Utah desenterraron un aerolito que tiene incrustada una estela recubierta por una escritura cuneiforme en tres idiomas. Soy autoridad irrefutable y me sobró un vistazo para sentir que era auténtica: nadie como yo conoce el persa arcaico, el elamita y el acadio. De unos 25 metros de alto por 15 de ancho, los expertos le confieren una antigüedad no menor a 8.500 años. Me urgieron a descifrarlo. La erosión no impidió que leyera casi de corrido. Donde me asaltaba la duda corroboraba con la lengua siguiente. En el silencio de un aséptico subterráneo se oyó otra vez la voz de los antiguos: 

“Y ocurrió que los Santos Vigilantes desataron las cuerdas de Uru-Anna y bajaron [desde su morada] y eligieron mujer y tuvieron ayuntamiento… [entonces] les enseñaron hechicería, el augurio de tormentas y eclipses, el gobierno de sembradíos y cosechas. Y [ellas] se preñaron y parieron gigantes. Y [los hijos del hombre] sospecharon de su progenie y [ellas] negaron su fornicación… La pérfida Bat-Enosh [mintió]: «¿Oh Iamga, esposo mío, no recuerdas cuando yacimos y el placer que te convidé? Hago juramento por Aquel-que-Reina-en-lo-Alto que el fruto de mi vientre es de tu semilla y que no es hijo de Túri’el ni otro Vigilante»... [Sin embargo] crecidos no [había] pájaro ni bestia o fruto que los saciara y ya Nephilim atacaron y mataron [a los hombres] y bebían de su sangre y se holgaban de su carne. Harto [de la blasfemia] el Gran-Santo arrasó la Tierra y anudando los lazos de la [estrella] Luz del Cielo recluyó [allí] a los Vigilantes hasta el final [de los tiempos] cuando tornarán [para] venganza”. 

Terminé de recitar la antífona y lloré con la angustia de lo inexorable. No descarto el suicidio.




© Pablo Martínez Burkett, 2015


(*) El presente relato ha sido publicado en #141 de la Revista digital miNatura, dedicado a "Cosmogonías".


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