jueves, 20 de noviembre de 2014

EL RETORNO DE LA CRISÁLIDA (XXXVI): El último Concilio



EL ÚLTIMO CONCILIO
Luego se unió a nosotros en el atrio grande donde nos habíamos reunido.
Sheridan Le Fanu


El Consiliul era la asamblea donde se decretaban las grandes directivas para los Hijos del Sol Negro. En el transcurso de los siglos se había reunido muy pocas veces y casi siempre a resultas de amenazas que ponían en riesgo la supervivencia de la especie. Únicamente podían asistir con voz y voto el pater familiae de cada clan originario. De hecho, el Consiliul siempre había sido regido por el Tatăl, el padre de las Criaturas de la Oscuridad. Hasta que llegó Madre, la primera mujer en ser admitida, y aún más, la primera en regir nuestros destinos.



Cursada la convocatoria, los pater familiae fueron prestos en arribar. Aunque Luana y su protégée tenían vedado el ingreso al recinto, Madre temía algún resurgimiento de los reclamos. No creo tener que recordar que hasta no hace mucho, voces aireadas requerían una urgente convocaría del Council, traducción que prescindía del rumano y fastidiaba mucho a Madre. Tanto como la implícita disputa en el liderazgo. Con el vértigo de los últimos tiempos, parecía que fue hace una eternidad que los clanes resentían a Luana y su regencia de facto así como los desbordes de la pequeña Ikito. Si entonces, la posibilidad de una alianza entre el gobierno y la mafia china los tenía revolucionados, ahora, que era una realidad, todas las querellas pretéritas se habían olvidado.

Con gran ceremonia se cerró la puerta, todos tomaron sus puestos y se declaró constituida la asamblea. Madre dio un breve discurso, reseñando los acontecimientos recientes, haciendo foco en los éxitos de la alianza genocida, en particular, los fusiles de haces ultravioleta y las granadas de moxibustión. No hizo falta abundar en detalles pues todos estaban más que al corriente de los estragos. Estaban aterrados hasta la inmovilidad. Era imperativo votar un curso de acción pero para respetar las formas milenarias, se abrió el debate respecto del único punto del orden del día. Como secretario de actas puedo garantizar que se sucedieron discursos sinceros y en algunos casos, hasta de una valiosa elocuencia. 

Unos pocos, más ocupados en justificase con la posteridad, abogaron por obrar con el sigilo habitual de los vampiros y desaparecer transitoriamente. Pronto la endeblez (por no decir cobardía) de los argumentos acalló la idea de un eclipse voluntario. A su turno, los veteranos propusieron un acuerdo pacificador a cambio de disponibilidad irrestricta de sangre artificial. El silogismo no era malo: sin enemigos no hay batalla pero todos sabíamos que los humanos estaban determinados a extinguirnos. Era regalarles la iniciativa y quedar a su merced. Los más jóvenes fueron prácticos: guerra total, guerra de aniquilación. Aún los timoratos tuvieron que rendirse ante la fuerza de la evidencia: la Hermandad de la Noche enfrentaba el riesgo de un final ignominioso. Si los fusiles de haces ultravioleta eran de temer, las granadas de moxibustión eran garantía de catástrofe.

Finalmente, se cedió el uso de la palabra al pater familiae de los Bloody Sunset, como se conocía al populoso clan con asiento en Cheshire, quien, sin ahorro de énfasis alguno, reclamó la erradicación definitiva del género humano, ese verdadero virus incapaz de cualquier convivencia. El holocausto climático, causado por el egoísmo y la desidia, los había puesto al borde de la extinción. Los animales y otros seres vivos no tuvieron tanta suerte. En su hora, se desaprovechó la oportunidad para instaurar el reinado de los vampiros. Un exceso de cautela imperdonable. Una vez más, los humanos eran un peligro criminal para su entorno y este era el momento de remediarlo. Definitivamente. 

Para recoger las deliberaciones y sentido del voto, no pocas veces tuve que recurrir al auxilio de traductores porque el arduo rumano me resultaba intransitable pero esta última alocución, en perfecto inglés, me dejó perplejo. Pero no sería la última sorpresa. El jovencísimo pater propuso que Luana fuera la comandante suprema de las acciones, a cuyos fines mocionaba para que se le concedieran poderes extraordinarios. En sufragio de propuesta tan sorprendente, alegó que la hija favorita de Madre había exhibido una notable capacidad de adaptación a las necesidades de la época y que había sido la única en anticipar la coalición forjada entre el pérfido Rainmaker y el DCI Nakasawa. La asamblea quedó conmovida por la gravedad y contundencia de una exposición sin fisuras. Se pasó de inmediato a votación. Ganó por una abrumadora mayoría y sólo un par de abstenciones.

Con no poca malicia quisiera señalar los efectos reconciliadores del miedo: hasta no hacía mucho, los clanes reclamaban la reunión del Council para ejercer un voto de censura contra Madre, invocando la irresponsable displicencia de Luana y los excesos de Ikito. Ahora, decidían nombrarla adalid de nuestra resistencia. Un ujier la llamó al seno del recinto. Impuesta de la decisión, el rostro impasible de Luana apenas si podía contener el asombro. El oscilar del mechón cano la delataba. Madre desbordaba de orgullo, ya no le importaba disimular. 

Cuando se acallaron las felicitaciones, gritos de combate y exhibición de colmillos y garras, se ungió a Luana con pompa y boato propios de los tiempos antepasados. La guerra sería ardua, sin dudas. Los humanos ya habían dado muestras de su determinación homicida. Pero no podrían doblegarnos, organizados ahora, bajo el mando de tan perspicaz paladín. 

No obstante los vampiros siempre esquivamos el amanecer, todos creímos asistir a la alborada de un futuro venturoso. Regado con sangre, claro. La sangre de toda la humanidad.



© Pablo Martínez Burkett, 2014



Este es el trigésimo sexto capítulo del folletín por entregas "EL RETORNO DE LA CRISÁLIDA", que abre con el cuento del mismo nombre y que prosigue con (2) "Los ojos de Luana"; (3) “Tiempos mejores”; (4) “Frutos de la tierra nueva”; (5) "Fotos"; (6) "Venator"; (7) "Tu madre te ha dicho que no"; (8) "La otra plaga"; (9) "El inesperado John Gillan"; (10) "El color de la nieve"; (11) "Presagios de tempestad"; (12) "La perla de la noche"; (13) "Las llagas del Efecto Caldero"; (14) "Fait divers"; (15) "El sabor del futuro"; (16) "Un souvenir del infierno"; (17) "Primera sangre en Barrio Chino"; (18) "Los Hijos del Sol Negro"; (19) "La sombra de Madre"; (20) "La ordalía de John Gillan"; (21) “El día de la insensatez”; (22) "La estrella de la venganza"; (23) "El pérfido Doctor Wong"; (24) "El camino de la ira"; (25) "El dulce sabor de la sangre"; (26) "El destino de una mirada"; (27) "Gambito"; (28) "El llanto de Milena"; (29) "Un sordo clarín llamando a batalla"; (30) "Carte blanche" ; (31) "Sombra y fuego"; (32) "Una visita de cortesía"; (33) "Sobre el trono del dragón"; (34) "Un golpe de efecto"; (35) "Escarmiento"; (36) "El último concilio", (37) "Fiesta"; (38) "No es más que sangre" y (39) "El talismán".


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